Thursday, June 14, 2012

Día Tres

Benvinguts a Barcelona!!

Soñé que un niño me pedía dinero en la calle. Al principio le dije que no tenía nada para darle, pero luego me convenció y mire dentro de mi billetera a ver que había. Solo tenía dos dólares y siete euros. Le dí al niño mis dos dólares y dos o tres euros. Mientras le daba el dinero le dije: "chico, ¡me has dejao pelao!" De repente me desperté y escuché gente en la calle hablando en voz muy alta. El sol todavía no había salido y yo a penas había dormido cuatro horas. Estuve a punto de volver a dormir, pero algo me decía que debería verificar la hora (para por lo menos saber cuánto más podría dormir). Cuando veo el reloj, la hora era exactamente las 5:30.Se me había olvidado dejar mi teléfono cargando, así que las alarmas que había puesto para despertarme a las cinco, nunca sonaron.

"¡Carajo, se me va el tren!"

Llamé a Federico y le dije que corría tarde. Me vestí, empaqué y preparé todo a la velocidad de la luz. llegamos a la estación Atocha con un poco más de quince minutos de sobra para abordar. Me sentí un poco mal porque no tuvimos tiempo para compartir un café, pero le dí un buen abrazo y mis mil gracias  por su hospitalidad. Quedamos en vernos de nuevo el 24 de Junio y de ahí bajé a abordar mi tren. La estación del tren era bellísima, todo era muy moderno. Hacía verse a las estaciones de Amtrak como se ve una estación de Greyhound en  Nevada cuando la comparas con el Aeropuerto Internacional de Minneapolis (eso es una referencia para los poquísimos de ustedes que saben de dónde carajo hablo). En palabras más simples: Los trenes y la estación parecían una cosa del XXI (¡que por allá en Estado Unidos es ciencia ficción!). 

Una vez adentro del tren, tuve una pequeña confusión con mi asignatura de asiento. Ya que estoy acostumbrado a irme en los trenes de Amtrak en donde, usualmente, cuando viajas en clase económica la asignatura de asiento es a lo culurré--el primero que llega es el primero que se sienta. Pero acá no es así. Me senté en un asiento cualquiera y llegó un hombre que me dijo que él se sentaba allí. Lo miré con cara de confusión, y él entonces me enseño su boleto donde decía su número de asiento. Entonces miré a mi propio boleto y dije: "aaaahhhh..."Luego de resolver esa confusión fui al tren café para pedir desayuno y allí también tuve un choque cultural. Como buen gringuito, pensé que se ordenaba por turno, así que empezé a hacer fila y llegaba gente por al lado mío y se imponian en la barra a ordenar. En ese momento entendí que el "algaretismo" boricua aparentemente no es exclusivo de nosotros. Así que hice lo debido y a empujones ordené mi desayuno. 

Madrid desapareció rápido a mis espaldas mientras el sol subía por encima de las colinas españolas. El tren aceleró hasta 300km/hr. En menos de 3 horas, ya estabamos en Barcelona.  
El Puerto de Barcelona, localizado en el noroeste del Mediterráneo ha sido el mayor impulsor de la economía Catalana y de la prosperidad de Barcelona desde tiempos medievales hasta la era moderna. 

 Cuando llegué a la estación del tren monté todos mis motetes encima de mi bici y me fui en bici a buscar el hostal. Obviamente me perdí, y bueno, después de unas cuantas vueltas mi marvilloso sentido de orientación me llevó al centro de la ciudad y de allí llegué a mi hostal. Durante el camino descubrí una de las maravillas (según mi persona) de Barcelona: La bicivía.
La bicivía segregada del transito por divisores de goma y una estación de alquiler de bici. ¡Son un palo!
 Encantado por las bicivías, estas maravillosas rutas me llevaron a mi hostal. Una vez llegué al hostal lo primero que hice fue darme una ducha con agua helada riquísima. Estos días han estado insoportablemente calurosos, y luego de estar corriendo en bici por Barcelona estaba bien asala´o.
Para conocer la ciudad mejor, me tiré por las calles del barrio gótico en la bicicleta. 

Empezando por la avenida de las Ramblas, me vi rodeado por miles de turistas que hacían casi imposible moverse por las calles. Rodé entre las calles estrechas hasta que de momento me encontré en frente de una plaza gigante, llena de turistas y de kioskos vendiendo artesanías. Cuando miro a mi derecha veo una gran catedral. Impresionante. Instantáneamente pienso: "'¡la Sagrada Familia!" 

 












































































La Catedrál Nueva de Barcelona... no es la Sagrada Familia

No será hasta el próximo día que me doy cuenta de que aquella catedrál no era la Sagrada Familia... pero ese es otro cuento. Por el momento estaba super feliz. Tampoco ayudaba que al lado de la iglesia había un museo que estaba dedicado al trabajo de Gaudi. Pero nada, porque la catedral estaba llena de turistas y tenía hambre, me fui por los alrededores a ver si me encontraba un café en donde almorzar.

Cada metro cuadrado del Barrio Gótico estaba lleno de turistas, lo cual no me inspiraba a ir a ninguno de los muchos cafe restaurantes que habian por las calles. Evitando las calles congestionadas, me encontré en un callejón vacío a la mitad del callejón vi un rótulo que solo decia café-bar. Me pareció particular asi que fui a averiguar y así descubrí un café Catalán auténtico. La señora que estaba detrás de la barra me empezó a hablar en Catalán, yo le respondí en Castellano y le pedí un sandwich de tomate riquísimo con una cañita Estrella. Luego de comer, le pagué y me fui por ahí a seguir explorando. 
La haula en la derecha tiene una cotorra que en aquel entonces estaba cumpliendo con el tiempo de siesta fielmente.

Decidí pasar por la parte trasera de la catedrál. Alli habían unos Gitanos haciendo burbujas gigantes con pomperos básicos en una placita pequeña. Poca gente les estaba prestando atención cuando los vi. Pero decidí sentarme un rato y me puse a verlos hacer las burbujas. Las nubes perfectas y la iluminación me inspiraron a sacar mi cámara Holga y me puse a tomarles fotos. Entramos en un baile entre la cámara y las burbujas que me tiraban. Poco después empezaron a entrar niños a la plaza. Fascinados con las burbujas, los chicos brincaban para explotarlas y se agochaban para esquivar alguna que otra que parecía querer atacarlos.Tratando de captar la foto perfecta, una burbuja explotó al frente mío. Sin notarlo quedé al frente del muchacho que estaba creando las burbujas. Me dijo:

"Una foto perdida."
A lo que respondí:
"No existe tal cosa."
Una de los niños fascinados con las burbujas.

El baile de las pompas.

Le dejé un par de euros a los gitanos, que parecían una pareja de gente jóven, posiblemente no mucho mayores que yo y seguí corriendo bici por la ciudad. En el camino me encontré en otra plaza. Esta tenía un hoyo gigante en el centro de ella, la curiosidad me atrajo a averiguar que era lo que había allí y descubrí que era un viejo cementerio Romano que todavía quedaba preservado luego de miles de años.
El Dalai Lama en frente de las tumbas romanas.

Salí del Barrio Gótico y me encontré en la marina. La marina de Barcelona es interesantemente bella. Noté en el cielo un teleférico y decidí averiguar de dónde salia. Cuando llegué a la torre inicial del teleférico, me encontraba al frente de la playa de Barcelona, pregunté cuánto costaba la tarifa para tomar el teleférico y dijeron que eran 10 euros de ida. Decidí hacer fila para tomarlo, pero cuando se me ocurrió ver si tenia suficientes euros para el viaje busqué dentro de mi bulto y descubri que no tenía la billetera conmigo. En crisis, empezé a pensar dónde carajo pude haber dejado la billetera. Me acordé que la última vez que la había usado fue en el café aquel que había descubierto por casualidad. De prisa corrí en la bici hacia el Barrio Gótico y traté de recordar mi ruta. Con mucha suerte, y buena memoria, encontré de nuevo el café. Lleno de sudor, entré al establecimiento y sin haber tomado a penas un aliento para decir una palabra, la señora de la barra me preguntó:

"¿Se te quedó algo?"
Sonriente le respondí
"sí"
"la habias dejado allí en plena vista encima de la barra"

Le dí mis mil gracias a la señora y le prometí que volvería al próximo día. Ni un solo euro faltaba de mi billetera. Quedé impresionado con la honestidad de la gente del bar y me convertí en un fan instantáneo.

Ya que tenía el dinero suficiente decidí tomar el teleférico hasta el Monte Montjuïc. Desde el Teleférico se veían las vistas más hermosas de Barcelona.

El Puerto de Barcelona con las líneas del teleférico


La playa de Barcelona
Una vez llegué a Montjuïc me puse a averiguar que había allí. Con la ayuda de un mapita al lado de la estación del telférico, decidí tomar la vía verde de Barcelona y explorar la zona olímpica y el castillo de Montjuïc. La zona olímpica era impresionantemente inmensa. Nunca había estado en un lugar donde se habían llevado olimpiadas y nunca me habría imaginado la escala de estas cosas. Alrededor del estadio hay varios campos de futbol y pelota en los que la gente de los vecindarios jugaban y practicaban.
Gente jugando en uno de los campos de futbol en Montjuïc



Estadio Olímpico Lluís Companys (Quien fue presidente de la Generalidad de Catalunya y fue  asesinado por las fuerzas Franquistas en 1940 en el Castillo de Montjuïc no muy lejos de este estadio)
Para llegar al castillo de Montjuïc hay que subir por una seria colina que rápidamente me aniquiló en la bici. Subiendo la cuesta, me encontré con otro señor que tambien estaba empujando su bici para subir a la cima. El calor estaba insoportable y estabamos allí los dos sudando la gota gorda subiendo la jodía cuesta y mirando a la gente en sus motoritas subir sin sudar y dos o tres bajando en bici con sonrisas gigantes. Pegamos a hablar sobre la temperatura y poco después ya estábamos hablando de la historia de su vida y de sus recuerdos de Barcelona hace décadas atrás cuando era jóven. Era un hombre mayor, nunca me dijo su edad, pero en broma me dijo que él y el castillo no se llevan muchos años de diferencia. Me empezó a contar sobre como la gente usaba los parques de Montjuïc antes. Me dijo que en las noches de San Juan, las familias y las juventudes todas subian al monte a hacer picnics y todas traían una botella de vino. Como no había basura, y como no se veía bien tirar las botellas por ahí, la gente arreglaba las bottelas en fila a lo largo de las colinas en el monte.

Me impresionaba lo jóven que actuaba Antonio para la supuesta edad que tenía, y también encontré particular lo meláncolico que era por el pasado que según él era menos restinctivo. Empezó a debatir sobre la prohibición de las corridas de toro en Barcelona y de otras actividades violentas como esa. Su punto de vista es: "Si no te gusta, pues no pagues para verlo." El hombre tiene una buena capacidad para hacer argumentos. Una vez llegamos a la cima, me despedí de Antonio, yo subí hacia el castillo de Montjuïc mientras la meta de él era meramente bajar la montaña en bici hasta su hogar.

Desde el Castillo de Montjuïc también se veían tremendas vistas de la ciudad. Lo mejor de todo además era que era gratis. Una vez me sacié mi vista con las vistas bajé de vuelta al barrio gótico. Bajar las cuestas de la montaña Montjuïc estuvo cabrón. En el puerto me topé con una estatua de colón muy particular. He visto muchas estatuas de Colón en mi vida y todas suelen aparenter hablar sobre el mismo tema: "Colón el cristianizador, el salavador, la última ostia que civilizó al Mundo Nuevo y to lo demás..." pero lo que me impresionó de esta era lo gráficamente imperialista que era. Gigantezca, Colón apuntaba hacia el mar como si exclamando: "!Colonizeis!" No se nada sobre la historia de la estatua, mirandola pensé "las estatuas controversiales de Colón en América no son tan gráficas como esta."
El Mercat de St. Josep

Subí por Las Ramblas de camino al hostal y descubrí el Mercat St. Josep (La Boquería) y me compré un juguito de fruta bien rico. Exhausto y entusiasmado por los días a seguir, llegué al hostal y dormí.



Viva Barça!
 

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